Llegó a casa tan cansado que la sensación de hambre había desfallecido. Se quitó los zapatos y fue directamente a la cama. No era aquel día, eran semanas, meses, incluso si lo pensaba, años sintiéndose con el más terrible cansancio. Sólo quería dormir.
Según se tendió en la cama,
contactó al instante con el salón del vecino. Tenía la tele puesta, estaba
viendo una película. No estaba muy alta, pero al pasar los anuncios los distinguía
nítidamente. Así empezó su cabeza a vagabundear. Total, hasta que no acabara no
podría dormir...
No se oía ya nada en el salón vecino y fue entonces cuando oyó la mosca. El caprichoso zumbido iba y venía desde todos los rincones de su cuarto. Incluso, sin pudor, el insecto se atrevía a
posarse en su cara. Molesto, encendió la luz y se dispuso a matarla. En su
empresa rompió una bonita figura pero la mosca fue derrotada. Así podría
dormir.
De pronto oyó un “tic-tac”.
Su reloj de pulsera llevaba algún tiempo extraviado. Estaba ahí, en alguna
parte. Al menos ahí estaba el sonido de las dichosas manecillas haciendo ese fastidioso
tic-tac, tic-tac, tic-tac. Llevaba días ahí, probablemente podría esperar.
Pero no podía dormir con ese “tic-tac”. Así, de nuevo encendió la luz, enfadado, y se dispuso a buscar su reloj que parecía desafiarle a un viejo juego
infantil. Le costó, pero tras hallarlo lo llevó a otra habitación y cerró tras
sí las puertas. Ahora sí, por fin, descansaría.
Tranquilo, se recostó de
nuevo. Observó. No se oía nada al lado, ni mosca, ni reloj, nada. Parecía que
su cuerpo se relajaba poco a poco. Fue entonces cuando oyó un nuevo sonido
perfectamente claro. Parecía un pequeñísimo zumbido proveniente del cargador del teléfono. Apenas imperceptible, pero estaba ahí, justo ahí. Sólo necesitaría quitarlo para por fin, poder dormir.
No era ese día, ni esa
semana, eran meses del más terrible cansancio. Sólo quería dormir.
Inspirado en el
pronóstico no favorable en personas con trastorno dismórfico tras sucesivas
intervenciones. Y, por supuesto, con mucho, mucho cariño.
Autora: Raquel Valdazo.
Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413.
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