María y Mariano estaban siempre discutiendo. Ni se acordaban por
qué empezaban, lo que conocían bien es el final. Siempre acababan diciéndose
las mismas cosas, y, en realidad, nunca pasaba más. Entre ellos no había grandes
diferencias, sus puntos de vista no eran tan distintos e incluso compartían muchos
valores. Pero ambos discutían y discutían, y es que tener razón era muy importante
para ellos.
María llegó a casa sobre las 3, comió, puso una tetera y la tele.
Mariano llegaba normalmente a las 7, pero ese día llegó a las 3:30 justo a
tiempo de impedir que la tetera ardiera y poner en cambio a calentar su comida.
No fue un hecho trascendental, y a día de hoy ninguno de los dos se acuerda
si realmente empezaron a discutir porque
María no estaba conforme con el verde de la pared que eligió Mariano o que
Mariano no se resignaba a perder el espacio del salón que ocupaba el cheslong
que escogió María.
De lo que sí se acuerdan, todavía hoy, es que estaban tan
enfadados el uno con el otro, que cuando uno dijo, apaga el fuego, el otro
contestó que no, que lo apagara el otro. Así se enzarzaron en su última discusión
sobre quién tenía razón y por tanto quién tenía que apagar el fuego. Estaban
tan molestos que no fueron conscientes del hecho de que el fuego empezaba a ser
peligroso. Estaban tan enojados que cuando la cocina se prendió sólo supieron
echarse la culpa. Minutos después salían, iracundos de su casa, pensando que
nunca más querrían estar con personas tan tercas y obstinadas.
Hoy tienen ambos casualmente problemas parecidos con sus nuevas
parejas. Hoy cada uno piensa que es el otro quien tenía que haber apagado el
fuego y que fue por culpa del otro aquel desastre. María y Mariano no son nada
felices pero se sienten muy seguros por tener toda la razón, y es que tener
razón es muy muy importante para ellos.
Autora: Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413.
Felicidades por tus cuentos Raquel, son todos buenísimos.... tener razón a veces es una razón tan obstinada....
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