Matemáticas, física y química. Para Yasar siempre el aprendizaje
perteneció más a la curiosidad que a la obligación. Ya de niño se sentía muy
inclinado hacia la ciencia, y a nadie le sorprendió que llegara a ser un gran físico
experto en agujeros negros, que investigaba y publicaba como quien anda y
respira.
A pesar de todo, Yasar sólo sobrevivía económicamente. Iba tirando
como podía, impartiendo clases en centros privados, en academias, a
particulares… Nunca tenía el tiempo que deseaba para investigar. Cuando iba corriendo contra el tiempo, de
trabajo en trabajo, siempre le asaltaba el pensamiento de que probablemente, en
algún universo diferente, su vida podría
ser mucho, mucho más sencilla.
Así llevaba más de 20 años cuando un golpe de destino hizo que su trabajo de investigación fuera
reconocido y valorado. Le ofrecieron un puesto de investigación con una
retribución que Yasar jamás soñó. Nunca más tendría que recurrir a trabajos
extras. Su familia, sus amigos, sus conocidos, todos le felicitaron por este gran paso.
Todos estaban encantados, todos menos
Yasar. Porque
de pronto, la investigación, que siempre le
fluyó con abundancia, se le antojó primero difícil, luego inalcanzable. Con
estos pensamientos, no sabe ni cómo, empezó de nuevo a impartir clases en
centros privados, en academias… hasta que, por falta de tiempo, dejó definitivamente la investigación.
De vez en cuando, cuando iba corriendo
contra el tiempo, de trabajo en trabajo, le asaltaba el pensamiento de cómo
había dado el paso de investigar agujeros negros, a caer en uno de
ellos.
“Los hombres no son prisioneros del destino,
sino prisioneros de su propia mente” Bertrand Russell (1872-1970)
Autora: Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413.
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