Cuando Azul
vio a Amarillo se dirigió despacio hacia él. Al mirar a Amarillo, Azul sentía
dinamismo, fuerza, energía. Era un pequeño sol. Cuando Amarillo vio al largo
Azul, también se sintió atraído por su paz y sosiego.
Amarillo se
acercó rápido a Azul. Con su proximidad su radiante amarillo adquirió finísimas
rayas verdes. Amarillo se sintió muy orgulloso de ellas. Pero apenas deparó que
cuánto más se acercaba más gruesas se volvían.
Azul y
Amarillo pasaron mucho tiempo juntos. Un día Azul vio a lo lejos algo
brillante, algo que le recordaba al sol, a los girasoles, algo vivaz y pequeño
que se movía sin parar. Cuando Azul buscó a Amarillo, apenas le reconoció.
Amarillo era verde con finísimas rayas azules. Azul le dijo: “Ya no te quiero”.
Azul se marchó lenta y tranquilamente hacia aquello brillante que había divisado.
Azul se marchó lenta y tranquilamente hacia aquello brillante que había divisado.
Hoy
Amarillo vuelve a ser amarillo. A veces se siente tentado de fundirse con Azul,
aún a riesgo de perderse a sí mismo.
Hoy Azul
sigue anhelando tener aquello que, de cerca, trasforma sin quererlo y que, por
ende, nunca podrá alcanzar.
Autora:
Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413.
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