No es que no fuese importante, pero desde luego, al vendedor le parecía excesivo. Aquel cliente estaba en el concesionario mañana y tarde. Y además estaba lejos, muy lejos de decidirse.
Después de un
mes, y tras una muy meditada reflexión, el comprador decidió el coche que
quería. Se sentía seguro, alegre y satisfecho. El vendedor, contento, se dispuso a hacer el
pedido y le preguntó el modelo concreto y color que prefería. El comprador miró
perplejo al vendedor.
-¿Y qué me
importa? Si desde dentro no lo veo…
Autora: Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413
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