La inquilina había venido de un país extranjero en busca de futuro, se había propuesto trabajar duro para ello.
Alquiló una habitación en una vivienda, donde había 5 habitaciones más. El dueño hizo de la cocina otra habitación para ganar más dinero y sólo había un pequeño baño para las seis familias. El dueño era extranjero como ellos y alquilaba las habitaciones a familias que no podían pagarse otra cosa.
Cuando algún inquilino se quejaba, le decía que si no le gustaba que se fuera a otro sitio. La inquilina contaba los pormenores a los vecinos, amigos conocidos, hablando de cómo se aprovechaba de las necesidades de los demás aquel avaro mezquino y sin escrúpulos.
Así llegó la crisis y el propietario, por negocios mucho menos rentables que este alquiler, se arruinó, quedando la casa a disposición del banco y pasando a ser gestionada por una inmobiliaria.
Cuando el agente llamó a la puerta, le recibió por casualidad la inquilina. El agente le explicó que buscaba un inquilino para responsabilizarse del piso y el precio, además, no llegaba ni al doble de lo que pagaba por la habitación.
Así fue como la inquilina alquiló el piso a la agencia y siguió subalquilando las otras 5 habitaciones. Todavía hoy habla de aquel avaro mezquino y sin escrúpulos.
Autora: Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413.
Bonitas narraciones.
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