El rey era joven, sensato y curioso. Acostumbraba a quedar todas
las tardes con cinco consejeros, duchos en bondad, empatía y comprensión.
Por una enfermedad, el joven rey estuvo más de una semana de
descanso en cama sin otro entretenimiento que la vista que se ofrecía desde su
ventana.
Ahí estuvo observando, día tras día, un mendigo que aunque pasaba hambre, su pueblo ignoraba. Teniendo tanto tiempo de convalecencia, el buen rey decidió entonces entender en propia carne aquella situación. Así cuando estuvo recuperado, muy temprano se disfrazó de un mendigo andrajoso y salió de palacio.
Ahí estuvo observando, día tras día, un mendigo que aunque pasaba hambre, su pueblo ignoraba. Teniendo tanto tiempo de convalecencia, el buen rey decidió entonces entender en propia carne aquella situación. Así cuando estuvo recuperado, muy temprano se disfrazó de un mendigo andrajoso y salió de palacio.
Tras varias horas de mendicidad sin que
nadie le hubiera auxiliado en su sed y su hambre, el rey decepcionado fue a
buscar la bondad de sus cinco consejeros. Muy entrada la noche llegaba el rey
al palacio desengañado y meditativo, pues ni tan siquiera en sus fieles
delegados encontró ápice de bondad.
Al día siguiente, como todas las tardes, le
esperaban amables y sonrientes los cinco consejeros. El rey sin disimular su
afligimiento les comentó cómo, por casualidad, había conocido un mendigo que
había pasado por innumerables desdichas por la poca hospitalidad en un país
cercano.
Así comenzaron los cinco consejeros un animoso debate, aportando
historias que conocían de otros reinos. Al principio con pena, después con
indignación y finalmente muy escandalizados empezaron hablar de las terribles,
hostiles e incluso hasta malvadas personas que vivían lejos; e incluso hubo hasta quién sugirió que deberían tomar duras
medidas, desde un reino civilizado como el suyo, por cuestión de honor, responsabilidad,
ética y moral.
Aquella noche, el rey llegaba a sus aposentos confuso y perplejo. Después de reflexionar mucho, concluyó
que la condición humana era mucho más cercana en los parecidos que en las
diferencias. Y, si alguien quisiera saber si realmente hay reinos mejores que
otros, habría que preguntarlo a los mendigos.
Autora: Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413.
que apropiado raquel en estos días que vivimos.... como siempre felicidades!!!!
ResponderEliminarcruz